No todo el mundo sabe decir no en voz alta

Aprende a decir “no”, la vida será más sencilla

No todo el mundo sabe decir no en voz alta
No todo el mundo sabe decir no en voz alta

Para muchos, el saber decir no en voz alta no es una tarea fácil. Aunque no estemos de acuerdo con muchas cosas y por adelantado sabemos que no seremos capaces de dominar la situación, rechazar en voz alta sin remordimientos y sin ridiculizarse se nos hace imposible. Se debe por falta de confianza en sí mismo, pero también por el “samaritanismo” escondido dentro de nosotros. Aprender a decir no suele ser muy difícil, pero al mismo tiempo es liberador. Por nuestro propio interés deberíamos conocer nuestros límites y ser fieles a nosotros mismos.

No todos viven según sus deseos y con convicción. A menudo ocurre que vivimos vidas de otros. Y eso es porque constantemente nos adaptamos y nos esforzamos a complacer a los demás incluso cuando no es agradable para nosotros. Así asumimos que en realidad no sabemos quiénes somos y qué esperamos de la vida. Y también que nos falta los más importante para nuestro yo sano, el respeto y la estima hacia nosotros mismos.

Por eso es bueno aprender primero a convencer a nuestro yo de que no será posible dominar la situación dada y que con decir sí sólo nos haremos daño a nosotros mismos. El dar este pequeño pasito trae un alivio increíble y facilidad de vivir.

Es muy bonito cuando las personas intentan complacer a los demás, satisfacerlos o ayudarles, pero todo tiene sus límites, los cuales deben ser respetados. Uno tiene que aprender a percibir sus propias emociones y a obrar según ellas, no tener miedo a experimentar y si no le apetece hacer algo, no tener miedo a rechazar. Y da igual si se trata de los compañeros de trabajo, padres, cónyuges, amigos o personas ajenas.

Decirle no a alguien no tiene que significar que el otro nos molesta, no nos interesa o que no nos gusta. Sólo es muestra de estima y confianza en sí mismo.

El no saber decir no, no es porque seamos tontos e incapaces de darnos cuenta de nuestro error, sino por influencia de nuestras emociones. Y normalmente son el miedo y el sentimiento de culpa los que están detrás de ellas.

Y por estas emociones preferimos prestar las cosas o estar de acuerdo, aunque no queramos. Detrás de eso se esconde el miedo de que nos rechacen, no nos entiendan o no nos quieran. Antes de perder a alguien, cedemos.

El miedo de la soledad nos convierte en esclavos que cumple deseos de otros. Y eso por supuesto no está bien. Ese samaritano que piensa en los demás y quiere ayudar a todo el mundo se convierte en un secuaz. Los demás se dan cuenta muy pronto y se aprovechan de él. Cada uno debería darse cuenta de que ser él mismo no significa quedarse solo. Generalmente es al contrario.

¿Cómo empezar a decir no?

Es bueno darse cuenta de los momentos, en los que solemos hacer las cosas contra nuestra voluntad y estar de acuerdo aunque tengamos otra opinión. Después podemos empezar a modificar nuestras costumbres. Primero los rechazos pequeños, por ejemplo en la tienda, cuando el vendedor nos quiere obligar más gramos de los que hemos pedido en realidad. O en un restaurante, si nos traen una comida de mal aspecto, devolverla. Si no nos apetece ir a una fiesta de trabajo, no asistir etc. Así poco a poco cobraremos decisión a rechazamientos más grandes y de mayor importancia.

Hasta podemos inspirar a otros con nuestro comportamiento. Apoyarlos para que en cuestiones principales no tengan miedo a decir no. Para que sean fieles a sí mismos. Porque si lo pensamos bien, ¿qué nos define mejor? ¿Un no o un sí consensuado?

Cómo deshacerse de la incapacidad de rechazar

  1. Responderse la pregunta: “¿Por qué no sé decir no?” o “¿Por qué no sé rechazar a los demás?”
    Respuesta posible: Tengo miedo de que vaya a perder a esa persona. Tengo miedo de no ser lo bastante buena para ellos. Siento culpa porque la vida me ha ido mejor que a ellos. Me siento culpable porque a la familia hay que ayudarla.
  2. En consecuencia, analizar estos miedos, preguntarse por qué
    Respuestas posibles (siguiendo los ejemplos de arriba): Si no complazco a los demás, se desharán de mí. Tengo que ser buena con los demás. Los demás me pueden envidiar. Hay que ayudar a la familia.
  3. Trabajar con las sentencias
    Analizar cada sentencia y pensarla bien. Todas están basadas en nuestro miedo y éste no es un buen consejero. Además, con este método descubrimos a las “ecuaciones de emociones” que dirigen nuestra incapacidad de rechazar.
    La única manera posible de deshacerse para siempre de la costumbre de no decir no, es descubrir nuestro programado y corregirlo. Intenta tú también hacer los primeros pasitos para saber rechazar. Empieza con cosas pequeñas para enseñarle a tu psíquica que es posible decir no y hasta sin consecuencias. Luego sigue con “bocados” cada vez más grandes y si se te hace muy difícil, contrata un especialista y modifica tu personalidad.

Cómo rechazar sin sentir culpa

  • No expliques todo lo que no piensas hacer. Todos tenemos derecho a decir no sin tener que dar explicaciones de por qué.
  • Si tienes miedo a decir no a pleno pulmón, puedes usar expresiones como: Aún lo pensaré. Necesito tiempo para pensarlo. Ya veremos…
  • Si quieres rechazar, hazlo claramente e inequívocamente.
  • No pidas disculpas y sé seguro de tí mismo.
  • Si crees que así será mejor, no tengas miedo a decir las razones reales de tu no.